lunes, 12 de septiembre de 2011

El juego de la vida.

Esto comenzó hace ya nadie sabe cuando. Empezó como una nueva moda, pero se fue transformando en un método de vida, porque la mayoría, al igual que yo, no recordaban otra manera de vivir.
Dicho juego, como lo llamaron en su momento, constaba en no hablar lo más mínimo. No transmitir oralmente ni una palabra, ni el más ínfimo sonido. NADA… Como si uno fuera mudo todo el día, a todas horas para poder aprender a apreciar el sonido del silencio. Lo peor es, que nadie jamás lo podía ganar, sino que todo el mundo perdía consecutivamente, hasta que el primer ministro de Inglaterra dijera lo contrario. Pero como dice el refrán “hecho el juego, hecha la trampa”, y todo el mundo comenzó a transmitirse vía internet.
Facebook, Twitter, los chats, fueron las nuevas bocas para los pensamientos inquietos de la gente de alrededor del mundo y de esa forma estas personas conocían a sus familias, amigos y parejas.
El Súper Black Berry se transformó en un accesorio indispensable en la vida cotidiana, ya que, cuando uno quería transmitirle algo al prójimo “cara a cara” se sentaba frente a frente en una mesa y se mensajeaba vía Súper Black Berry chat.
Todos se sentían felices debido a que casi no había problemas en el mundo; no había accidentes de tránsito, porque las personas no se desconcentraban escuchando música, ni discutiendo con sus GPS a ver quién tenía la manera de llegar más rápido a destino, dado que, nadie estaba apurado en llegar a ningún lado. Fueran donde fueran, siempre esperaban más de lo mismo: un aparato haciendo de interlocutor. Había menos problemas económicos, porque se había globalizado el idioma de todo el mundo (ahora el idioma mundial era que Google se dignara a prestarte su traductor, porque siempre tenía su red sobresaturada y generalmente, uno no era el privilegiado que podía acceder a ella). Y a su vez ningún gobierno podía debatir ningún proyecto de ley teniendo en cuenta que la población, no llegaba a leer con eficacia los textos que publicaban en sus teléfonos durante las conferencias de prensa, por ello se decidió poner pautas en común y todo el planeta estaba obligado a cumplirlas. Estas reglas económicas y sociales dejaron tan feliz a la población, que ya no habían más robos, ni secuestros, ni violaciones, ni torturas. En fin, nada que según mi parecer, fuera una actitud reprochable.
Pero yo me sentía infeliz, incompleto, inconcluso, sentía que me faltaba algo. El quid de la cuestión estaba en que toda palabra carecía de valor. Los individuos restaban importancia a las opiniones de los otros y no se respetaban mutuamente, era una sociedad totalmente individualista y autosuficiente, porque todos creían que los demás no tenían palabras blancas. Amaban más a sus celulares que a sus hijos, porque a estos últimos no los conocían realmente mientras que, los primeros eran un murmullo de sus éxitos y sus fracasos, en fin, su vida misma…
Yo me cansé de lo que estaba pasando, no podía soportar el mundo así, me agote, me sentí frustrado, y en la más nerviosa y expectante compañía de mi espejo intenté cambiar la situación. Emitir un pequeñísimo sonido desde lo más recóndito de mi garganta. Pero no, no podía, no me salía ni el más débil suspiro, lo intentaba hasta que me dolían las cuerdas vocales a más no poder. Muchas veces pensé que se me había roto algo, que cuando nací me habían puesto un chip para que no pueda confesarme, pero descubrí que no, que solamente la sociedad había involucionado hasta un punto en el que nadie sabía como gritar sus deseos más profundos. Siempre me pregunté “¿Qué estamos esperando?, ¿Qué más necesito hacer para que mis palabras caigan cual gotas de agua?”.



Espero que les guste.
Xoxo!
Yo- England.

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